Por Jaír Amores. Hoy participa en Dame tres minutos un nuevo amigo, un nuevo invitado. Lo hace, como siempre, en los términos que desea. Con plena libertad. Y con gran generosidad. Y con creatividad, que de esto va su post. Decir Jaír Amores (este es su nombre) es decir EfectiVida. Un día, navegando, nos encontramos él y yo. Y le propuse que nos regalara una entrada propia para este blog que quiere ser de muchos. Y dicho y hecho. ¡Esto es efectividad! Muchas gracias, amigo Jaír. ¡Tuya es la palabra! ¿Te gustaría ser más creativo? ¡Claro que sí! Pero… ¿Qué edad tienes? Disculpa. ¡Qué maleducado soy! ¿Qué tendrá que ver la edad con la creatividad? Bueno, pues resulta que George Land inició un estudio sobre la creatividad en 1968. Usó un test de pensamiento divergente (que al parecer utilizaba la NASA) con niños de 3 a 5 años. El 98% de los niños -casi todos- eran super-creativos. De los mismos niños, con 8 y 10 años, el 32% seguían siendo muy creativos. Ya con una edad de entre 13 y 15 años, había solamente un 10% de niños creativos. Hicieron otro test con adultos de 25 años de edad (me da que no querían esperar 10 años a ver qué sucedía). Resultado: entre los adultos, sólo un 2% eran creativos. Conclusión del estudio: Perdemos la creatividad al crecer. Los niños son creativos al máximo. Bueno… tampoco hacía falta un estudio para saber esto, ¿verdad? En realidad, basta con sentarse en un banco de un parque. Entonces, si somos adultos… ¿quiere decir esto que ya no hay remedio? Claro que no: nunca es tarde si la dicha es buena. Estamos a tiempo de aprender de los niños. Para eso hace falta saber por qué los niños son tan creativos. Mientras lo vemos, intenta visualizar, por favor, un niño pequeño como el de la foto. Algo que permite a los niños ser creativos es tener tiempo. Ya tienen movilidad (pueden correr, saltar sobre charcos, usar sus manos y piernas para golpear, etc). También pueden expresarse de forma más o menos coherente. Sin embargo, no tienen responsabilidades, se dedican casi todo el día a jugar. Y con tanto tiempo libre… surge la creatividad.
Los adultos nos pasamos el día realizando tareas. Claro, el poco tiempo que nos queda lo usamos para descansar porque estamos muertos. ¡Ahí está la diferencia! Por eso, a veces hay que decir que no a las tareas menos necesarias, y disfrutar de tiempo libre. Verás que empiezas a ser más creativo. Otra cosa interesante en los niños es la ausencia de filtros externos e internos. A un niño no le preocupa lo que va a pasar con el avión que tira desde el quinto piso. Él prueba, y ya veremos qué ocurre. Tampoco están mirando a ver qué opina fulanito o menganito antes de saltar en un charco y embarrarse él y todo lo que esté dos metros a la redonda. Primero disparan, y después piden perdón. Bueno, disparan… lo del perdón no siempre se cumple. Los niños no tienen mucho pasado que digamos, ni experiencia, ni han aprendido materias en base a los estudios de otros. Por contra, los adultos tenemos muchos factores limitantes que asesinan la creatividad desde que se le ocurre asomar por la puerta. “Esto se ha hecho siempre así”, “los expertos dicen que”, “¿qué van a pensar de mí si hago esto?”, “¿qué me va a pasar a mi si?”, “ya me pasó una vez que…”. ¿Te suena? Son tuyas, y mías también. Las llamaremos frases mata-creatividad. Ya sabes lo que hay que hacer con ellas. Es verdad que los niños no tienen muchos límites, pero cuando hacen alguna de las suyas, y viene el adulto o el profe a decirle: “Eso no se hace”, lo acepta. Igual le cuesta un poco, pero no te guarda rencor por llamarle la atención delante de todo el mundo. Él sigue a lo suyo, a buscar más creatividad. ¿Y los adultos? Al contrario. “A mí, nadie me tiene que decir que…”; “Pero, ¿quién se ha creído que es?”. Claro, al no aceptar corrección tan fácilmente, muchos evitan decirnos nuestros fallos. Y, aunque nos lo digan, nos cuesta rectificar. Volvemos a hacer lo mismo, justo lo contrario de innovar. Una cosa preciosa de los niños es cuando empiezan a preguntar “¿por qué?”. A los padres nos encanta, los diez primeros minutos. Después empieza a ser un poco molesto, hasta que respondemos con el argumento científico por excelencia: “porque lo digo yo”. Y el niño, haciendo gala de su máxima inocencia, nos responde: “¿Y por qué?”.
Bromas aparte, esta es una de las preguntas clave de la creatividad. La creatividad pregunta qué, por qué, cómo, cuándo. Y no le da vergüenza hacer las mismas preguntas, no se cansa. Una vez más, los adultos dejamos de preguntarnos cosas, incluso en asuntos serios. ¿Por qué haces lo que haces? ¿Cómo puedes mejorar tu vida de familia o tu trabajo? ¿Qué significa esto o aquello? ¿Por qué? Por cierto, me acabo de acordar de un famoso entrenador de fútbol del Real Madrid (disculpa… a veces escribo lo que pienso). Sí y no. Son palabras pequeñas, pero con un poder inmenso. Los niños saben usarlas a la perfección. Pregúntale a un niño si quiere ir a jugar al parque. Y después pregúntale si quiere recoger los 234 peluches que ha dejado desperdigados por casa. Los niños saben lo que quieren. Ahora prueba a preguntar a un adulto si puede ayudarte con la mudanza. Sí, la quinta este año. No estoy del todo de acuerdo con esta filosofía moderna de aprender a decir que no, y de hacer sólo lo que te gusta. Pero a veces, hay que aprender a decir que sí, y que no. Y probablemente sucederá una cosa curiosa: nada. ¿Qué tiene que ver esto con la creatividad? Pues que decir que sí y que no de forma acertada, te permitirá ser dueño de tu tiempo.
Tiempo que podrás usar para tu creatividad. ¿Qué te parece la ilusión de los niños? Me encanta. Tienen una prisa por vivir enorme. Generan deseos y sueños, y se desviven por ellos, al máximo. Cinco minutos después se les ha olvidado. Un ejemplo. Un niño ve a otro con un juguete. Lo quiere tanto que, o se lo compras o te insistirá hasta que te de un ataque de ansiedad. Resistes lo que puedes, y finalmente se lo compras. Ha merecido la pena sólo por el abrazo que te da. Ves cómo juega, y no puedes evitar sonreír. Te pones a hacer tus cosas de adulto, y cinco minutos después, diez si tienes suerte, miras y ves el juguete tirado en el suelo, sin que nadie le haga caso. Ahora sientes pena por el juguete, además de algunos sentimientos más hacia tu pequeñín. Y estarás preguntándote: ¿Y esto hay que imitarlo de los niños? ¡Sí! No en todo, claro está.
La creatividad es eso. Crear, ilusionarse, fracasar, volver a empezar con más ilusión si cabe. Es esto lo que consigue que nos levantemos temprano, que salgamos a la calle con ganas de comernos el mundo. Ya lo dijo Edison: No fracasé, sólo descubrí 999 maneras de cómo no hacer una bombilla. Podemos aprender muchísimo más de los niños y de su creatividad, pero, si te das cuenta, casi todo se resume en un concepto prácticamente desconocido para los adultos: jugar. Si eres padre: ¿hace cuánto no te tiras en el sillón y juegas con tus hijos? ¿O con tu pareja si la tienes? ¿O con los amigos? Y es que ya no somos niños. Me gustó una frase de Khalil Gibran: ‘Protegedme de la sabiduría que no llora, de la filosofía que no ríe y de la grandeza que no se inclina ante los niños’. ¡Cuánto tenemos que aprender de los niños! Decía el estudio del principio que sólo el 2% de los adultos son realmente creativos. ¿Seremos tu y yo de esos pocos “bichos raros”? Claro que sí. Basta con volver a ser niños.